Cuando era niña fue encerrada en la Abadia de Fontevraud por su padre, debido a que las ilusiones que provocaba tenían aterrorizada a su familia, que las consideraba obra del demonio.

Tras muchos años de esfuerzo y sacrificio, logra ser nombrada abadesa y así consigue acceso a los libros prohibidos de la biblioteca, en los que empieza a estudiar magia negra. Para conseguir mayor poder y riqueza para la abadia, comienza a hacer aparecer la imagen de la Virgen María, lo que atrae a creyentes y peregrinos.

Es acusada de brujería por su propio padre. Enloquecida por los tormentos de la Inquisición, invoca al diablo y ofrece su alma a cambio de que la libere y la ayude a vengarse de los que la han hecho daño. Confiesa sus crímenes y es condenada a la hoguera.